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ISMAEL ARANA | HONG KONG, CHINA. CORRESPONSAL 27/10/2020 00:42 | Actualizado a 27/10/2020 09:46

La franja negra superior representa a los nativos. La roja inferior simboliza su conexión con la vida. Y en el centro, el círculo amarillo nos refiere al sol que da la vida. Durante medio siglo, la bandera aborigen de Australia ha sido un emblema de orgullo y protesta para este colectivo tan maltratado. Se la puede ver izada sobre edificios, ondeando en puentes e instalaciones deportivas, pintada sobre muros o impresa en camisetas. Sin embargo, muchos critican que su uso ha sido secuestrado por intereses espurios, por lo que ha cobrado fuerza una campaña para “liberar” un símbolo tan representativo.

El problema radica en una cuestión legal. En 1971, el artista indígena Harold Thomas diseñó el estandarte como parte de una campaña para permitir a los aborígenes reclamar sus tierras tradicionales, y siempre ha conservado los derechos de autor sobre su obra. Durante todos estos años, ha cedido la licencia a diferentes firmas, lo que no impidió que su imagen se reprodujera con bastante libertad o que las autoridades australianas la adoptaran oficialmente.

Pero todo esto cambió en el 2018, cuando Thomas firmó un acuerdo con la empresa WAM Clothing y les otorgó los derechos exclusivos para el uso de la bandera en ropa, medios físicos y digitales. Desde entonces, a diferencia de los arrendatarios anteriores, la firma se ha mostrado inflexible a la hora de hacer cumplir los derechos obtenidos.

Sirva como ejemplo Diabetes Victoria, una agrupación sin ánimo de lucro, dejó de mostrar la enseña en su página web cuando WAM le exigió un pago por ello. Algo similar sucedió con la oenegé Servicio de Salud Aborigen del estado de Victoria, a la que se le pidió abonar una cuantía para poder usar la enseña en las camisetas que vendía a los pacientes para animarles a acudir a los controles sanitarios.

“Recibí una carta de cese y desistimiento de unos abogados que decían que tenía que dejar de vender la ropa en tres días”, narró Laura Thomson, una indígena experta en salud del grupo.

“¿Cómo puede tener una compañía privada el monopolio sobre un símbolo tan icónico? La bandera pertenece a todos los aborígenes, es un símbolo de la supervivencia de nuestro pueblo. Muchos no nos identificamos con la bandera australiana porque para nosotros representa colonización e invasión”, afirmó a la BBC.

Además, tanto ella como otros consideran doblemente insultante que la empresa que comercializa la insignia sea propiedad de un grupo de australianos blancos. Por si fuera poco, señalan que uno de sus fundadores, Ben Wooster, cuenta con un historial de explotación de la cultura indígena, ya que otra de sus empresas, Birubi Art, fue multada el año pasado a pagar 1,37 millones de euros por vender arte aborigen falso.

Indignada con la situación, Thomson lanzó la campaña “Libera la bandera”, que ha conseguido reunir el apoyo de casi 150.000 firmas. Su momento de apogeo llegó este verano, cuando la Liga de Fútbol Australiana se negó a seguir pagando por el uso de la bandera y apoyó públicamente su “liberación”. Otros deportes, como el rugby o el críquet australiano, han seguido su estela.

El asunto también ha saltado a la arena política. El mes pasado, el Senado abrió una investigación sobre los derechos de la polémica licencia. Asimismo, los legisladores aprobaron una moción en la que señalaban que los intereses comerciales estaban restringiendo el uso del emblema y “anteponían las ganancias al orgullo”, por lo que pedían al Gobierno que haga todo lo posible por recuperarlo y que pueda ser usado por toda la comunidad.

Con la ley australiana en la mano, el autor y WAM Clothing tienen pleno derecho a los derechos de licencia y reproducción, y no parece que las autoridades contemplen modificar la normativa para negárselo. Como opción alternativa, el Ejecutivo de Camberra estaría tratando de hacerse con sus derechos vía pago, aunque eso podría salirles caro. Aun así, ni siquiera esta opción satisface a todos los implicados. Mientras que unos recelan de que su custodia acabe en manos de los burócratas, los miembros de la oposición critican que se está actuando con demasiada parsimonia. En resumen, una compleja situación de difícil encaje para hacer uso de un emblema que despierta grandes pasiones.

La Vanguardia


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