Qué tienen en común algunas banderas de América Latina
LUIS DE LA PAZ
Los atletas en las Olimpiadas de Río expresaban la alegría de su triunfo enarbolando la bandera de su país. Esa era la manera de manifestar su victoria, más que personal, la de una nación. Y así, en muchos otros eventos, hacer ondear una bandera es un acto de fervor y emoción.
La simbología primaria de una bandera es indicar una identidad, pues por su diseño único, se convierte en representativa de un país. Desde luego, antes de las banderas, existieron los estandartes que muchos reinos usaban para demarcar su territorio y poderío. Incluso existen otras insignias internacionales, como la de Naciones Unidas, la misma de las Olimpiadas, la Unión Europea, y la de la paz, entre otras muchas. Algunas también sirvieron para amedrentar, como la nazista, con su suástica, y en la actualidad la de los terroristas de ISIS.
Residentes de Sweetwater ondean la bandera de Nicaragua, con los colores blanco y azul, que comparte con otras de Centroamérica. C.M. GUERRERO EL NUEVO HERALD
En América Latina, para sólo detenernos en una región determinada, algunas banderas tienen puntos de contacto con las de sus vecinos. Basta observar las de Centroamérica. En todas están los colores azul y blanco, menos la de la pequeña Belice (adoptada en 1981, tras independizarse de Inglaterra). En el pabellón beliceño se excluye el color blanco. Quizás para diferenciarse, porque es el único territorio regional donde no se habla español y, además, mantiene un antiguo y latente diferendo con Guatemala. En todas, las franjas azules aluden a los dos océanos que bañan sus costas (en realidad El Salvador no tiene costa Atlántica), y el blanco, la pureza y la integración de la zona.
Las de Nicaragua, El Salvador, Honduras y Guatemala, tienen un diseño muy parecido: dos franjas azules horizontales (menos la de Guatemala, que las tiene vertical) y el blanco en el centro. Todas exhiben el escudo nacional, con la excepción de Honduras, que presenta cinco estrellas azules en la franja blanca, que significan los cinco países que conformaron la antigua Federación Centroamericana, creada en el siglo XIX, entre Guatemala, El Salvador, Nicaragua, Honduras y Costa Rica. Aunque la bandera de esta última nación mantiene los colores de la región, añade a su diseño el rojo.
Sólo dos naciones centroamericanas no integraron la Federación: Panamá, que pertenecía a la Gran Colombia, y Belice, que era, como ya se mencionó, colonia británica. Lo que sí es curioso, es que el actual territorio mexicano de Chiapas, justo en la frontera guatemalteca, formó parte, aunque brevemente, de la Federación.
Cierta unidad en el diseño se exhibe también en las banderas de Colombia, Venezuela y Ecuador. Las tres naciones distribuyen lo colores igual: amarillo, azul y rojo, trazados de manera horizontal. La de Colombia no exhibe ningún otro complemento, mientras que la de Venezuela muestra ocho estrellas blancas (representando las antiguas provincias) y la de Ecuador, el escudo nacional.
La relación en el diseño de estas banderas lo establece el que formaron parte de La Gran Colombia, el deseo de Francisco de Miranda de unidad entre los países, para crear un estado regional único e independiente. En ese proyecto estaba también Panamá. El sueño de Miranda no se logró, aunque Simón Bolívar lo retomó y hubo muchos encuentros y desencuentros. Pero la idea de una América unida caló, al extremo que países como la hoy República Dominicana intentó unirse al proyecto de Bolívar, a través de José Núñez de Cáceres, creando el Estado Independiente del Haití Español. Otros territorios, como Puerto Rico y Cuba, aspiraban a integrar el conglomerado de naciones. Estos dos países trazaron sus planes mediante la sociedad secreta Soles y Rayos de Bolívar.
Como todo proyecto tan abarcador e idealista, la Gran Colombia quedó en el camino, y la huella más palpable de ese sueño son las banderas de tres de las naciones de América del Sur.
Dos islas del Caribe, Cuba y Puerto Rico, ambas negociadas por España y Estados Unidos durante el Tratado de París de 1898, tienen banderas muy similares. El diseño es idéntico, solo las diferencia la distribución de los colores.
Entre estos dos países, definidos por la poeta puertorriqueña Lola Rodríguez de Tió como “de un pájaro las dos alas”, mana una relación quizás mucho más estrecha que la que pudo haber entre las naciones centroamericanas, o la del sueño de integración planteado por Miranda y Bolívar. Son muchos los puntos que conectan a las dos islas, y eso se aprecia en el diseño de sus banderas, con cinco franjas horizontales, un triángulo y una estrella. Sólo las diferencia, que tres franjas en la cubana son azules, mientras que en la boricua son rojas, y desde luego, el mismo intercambio de color en el triángulo.
En la cubana, las tres franjas azules simbolizan las tres regiones nacionales (oriente, centro y occidente), mientras el triángulo rojo alude a la sangre derramada para alcanzar la libertad. La estrella solitaria, representa la república libre, independiente y la unidad de los cubanos.
La insignia puertorriqueña atesora la misma simbología que la cubana (y la de casi todos los países, los valores nacionales de lucha y libertad). Sin embargo, según documentos consultados, tras la proclamación de la isla como Estado Libre Asociado en 1952, su simbología varió con respecto a la de 1895.
Los pueblos se abrazan a su bandera, por ella gritan de alegría, se sienten parte de una nación y de una identidad. Por ella se lucha, por ella se vive y por ella se muere.
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