El ‘cadete de Murcia’ que liberó media América
ANTONIO BOTÍAS CRONISTA OFICIAL DE MURCIA
Murcia, aunque fuera solo por su nombre y por el recuerdo que impone la nostalgia, estuvo presente en la independencia de varios países americanos. Porque el gran libertador José San Martín, muchos años antes de encabezar la insurrección contra España, aprendió el arte de la guerra, ni más ni menos, que de un histórico regimiento de origen murciano. Y ya para siempre se le conocería como el ‘cadete de Murcia’. Sin contar que hasta Napoleón se acordó de esta tierra y sonrió. Vayamos por partes.
José Francisco de San Martín y Matorras, hijo de un matrimonio palentino que emigró a América, nació en Yapeyú (Argentina) un 25 de febrero de 1778, aunque la familia regresó apenas seis años más tarde a España y se estableció en Málaga. En aquella ciudad estaba el Regimiento de Infantería Murcia, conocido como ‘El Leal’.
Este regimiento fue creado, según unas ordenanzas de 1694, bajo el nombre de Tercio Provincial Nuevo de Murcia. En la época del libertador tenía su sede en Málaga, algo frecuente y que nos recuerda el célebre Regimiento Sevilla que establecería su sede en la Región.
El escudo de armas estaba compuesto por seis coronas de oro y un león e incorporaba la leyenda latina que también lucía el escudo de la ciudad: ‘Priscas Novissima Exaltat et Amor’; en cristiano, ‘Ensalzar y Amar lo Antiguo y lo Nuevo’. Los uniformes eran blancos y celestes. El color azul recordaba a la Inmaculada Concepción, bajo cuyo patronazgo fue consagrado el regimiento desde su fundación. Siglos después, en 1987, sería disuelto.
Como destacó Enrique de la Vega en una disertación titulada ‘José de San Martín, militar, español y argentino’, el futuro personaje fue aceptado en el ejército siendo un niño, el 21 de julio de 1789 y con el título de cadete. Entonces comenzó a vestir el uniforme con los colores blanco y celeste. Dos años más tarde, el regimiento partió hacia África para reforzar aquellas guarniciones, primero en Melilla y luego en Orán, asediada por los moros. Allí se encontraría el pequeño, de tan solo 12 años, con el sufrimiento de ver muertos y heridos a sus compañeros. Tras la invasión de Napoleón lucharía con el regimiento en Bailén y alcanzó el grado de teniente coronel de caballería.
Más tarde le comisionaron a la fragata ‘Santa Dorotea’. Durante una persecución a un navío británico tuvo que capitular después de sufrir una avería en los palos menores de la embarcación. La valerosa actuación de San Martín animó al jefe inglés a no apresar a los españoles, según la norma establecida, y les permitió refugiarse en el puerto de Tolón, próximo a Marsella. Y allí sucedió una anécdota para la historia de nuestra ciudad.
Napoleón Bonaparte se encontraba de visita en la localidad francesa antes de su partida para Egipto y decidió visitar la marina allí atracada. Además, se decidió que una representación de ‘La Dorotea’ también lo cumplimentara.
El emperador se acercó a San Martín pues le llamó la atención el color del uniforme que vestía, tan diferente al resto. Bonaparte sujetó un botón de aquella casaca y leyó en voz alta: «Murcia». Luego, sonrió y siguió su camino. Quizá recordó entonces al conde de Floridablanca, aquel otro murciano que le plantó cara en la Guerra de la Independencia. Algunos autores creen que el gesto de Tolón fue determinante en la admiración que San Martín siempre demostraría por Napoleón.
El ‘Cruce de los Andes’
El regimiento Murcia tenía, cuando ingresó el libertador, dos batallones de nueve compañías, ocho de fusileros y una de granaderos. El primer batallón protegía el Campo de Gibraltar contra los ingleses del Peñón, que no era poco. A la escuela malagueña del segundo se incorporó el niño. Y el tiempo pasó.
La leyenda recuerda que años después, San Martín decidió adoptar los colores que había vestido para la enseña que presidiría sus campañas contra la Corona Española. La primera vez que usó la bandera, hoy considerada una reliquia, fue durante el histórico ‘Cruce de los Andes’, una operación de gran trascendencia para la liberación de Chile y Perú. Comenzó el 12 de enero de 1817 cuando el libertador dirigió hacia allí su ejército para atravesar la cordillera y enfrentarse a las tropas leales a España. El conjunto de maniobras que se realizaron están consideradas como uno de los hitos de la historia militar.
Un mes antes, en la Nochebuena de 1816, San Martín pidió a unas mujeres que confeccionaran la nueva bandera para aquel ejército que aún no la tenía. Y las indicaciones que el militar les dio fueron claras: quería una tela de color celeste intenso. La bandera fue bendecida en Mendoza (Argentina) el 5 de enero de 1817. En aquella ocasión, San Martín aseguró a sus soldados: «Esta es la primera bandera independiente que se ha alzado en América». Cinco países lograrían su independencia bajo aquella enseña.
Crisanto Lorente recogería la leyenda en el diario ‘Línea’ en 1975, donde recordó que el general «prestó sus servicios casi 12 años en el glorioso Regimiento de Murcia, vistiendo el uniforme blanco y celeste de los cadetes. ¡Blanco y celeste como la bandera de la libertad, que más tarde juraría servir en América!». Aunque tampoco es necesario remontarse tanto tiempo.
En la obra ‘Vida del General San Martín’, editada en Argentina por la Caja Nacional de Ahorro y Seguro, se recuerda también el paso del militar por la Región y los colores del uniforme que vestía y que «más tarde mostraría triunfante a medio continente». Leyendas aparte, el uso de aquellos colores en una bandera ya habían sido elegidos en 1812 por el político y militar Manuel Belgrano para la bandera de Argentina. Y a comienzos de 1814, cuando le sucedió San Martín al frente del Ejército del Norte, Belgrano le advertiría: «Conserve la bandera que le dejé y que la enarbole cuando todo el ejército se forme».
Bandera que recordaría sin duda a San Martín aquellos colores que vistió como cadete. Por cierto que no existe constancia, hasta ahora, de que el militar pisara jamás la ciudad de Murcia, aunque sí estuvo, y hasta varios meses en alguna ocasión, en Cartagena. Hoy solo una placa recuerda, en la Ronda de Garay, la relación de la Región con el gran libertador. Fue inaugurada en 1974 por el embajador de Argentina, quien recordó que en su país , por la vinculación de San Martín a aquel regimiento se le conoce como el ‘cadete de Murcia’»
Respecto a la confección de la Bandera de Los Andes, la historiografía tradicional, basada en la carta de Laureana de Olazabal (hoy cuestionada), durante muchos años aceptó que la bandera se empezó a confeccionar a partir de la nochebuena de 1816. Hoy hablamos de que la misma comenzó a confeccionarse a fines de septiembre de 1816 cuando llego la comunicación del soberano Congreso de Tucuman aprobara la bandera celeste y Blanca de Belgrano. Se considera que dada la complejidad de los bordados se emplearon tres meses en su confección y participaron las religiosas del Monasterio de la buena enseñanza en su bordado, dato que hasta hace poco no había sido considerado, otorgando todo el crédito a las damas de la sociedad mendocina.
“Características de la Bandera de los Andes: tiene de alto una vara y setenta centésimas de vara y una vara y cuarenta y dos centésimas de vara de ancho, está bordada de ambas caras; solamente en una, se han aplicado las piedras preciosas al escudo.
Las ramas de laurel del lado derecho tienen 56 hojas y la del lado izquierdo 58 hojas que suman un total de 114 hojas y el sol de 32 rayos solares, el bordado del escudo de ambas caras son iguales. El costo de la bandera fue de 140 pesos fuertes pero sin tener en cuenta el precio inestimable de los brillantes valiosísimos y las piedras preciosas que se le aplicaron.
Fabian Agostini – Mendoza – Argentina
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