Estandartes y pendones en las comunidades de Villa y Tierra de Segovia
Comenzar hablando de banderas lleva implícita la idea tanto de unión como de separación, siendo ya de por sí dos conceptos antagónicos. Primero, porque simbolizan la identidad de un grupo, de un clan, en una ciudad, comarca, región o país y, porque cuestionarse esa unión, lleva por tanto, de forma inseparable, la cuestión de la separación de las otras banderas, de los otros grupos que tienen sus propias enseñas, sus propios pendones, sus propios estandartes.
Desde hace ya bastantes siglos que los humanos utilizan trozos de tela como elemento simbólico. Es difícil o casi imposible determinar qué pueblo enarboló la primera bandera y, siendo así -¿qué pueblo fue el primero que escogió un símbolo para combatir?- cuando me refiero a luchar o pelear, ya estoy estableciendo una relación directa de las banderas como símbolo militar. Los asirios tuvieron por símbolo la ballena, los egipcios el buey Apis, los hebreos la letra Thau y los partos la cimitarra. Con la llegada del Imperio Romano y su expansión, el uso de signos comenzó a valerse de códigos y reglas determinadas. Hipótesis basadas en mitos dan la autoría de las insignias a Júpiter, dios de la mitología romana, padre de dioses y hombres (pater deorum et hominum). Dichas insignias se materializaban en los llamados vexillum-vexilla, diminutivo de velum ‘trozo de tela’, de donde procede velo y que aparece en obras del escritor Cicerón (106-43 a.C) con el significado de ‘cuerpo de tropas que milita bajo una bandera’. La palabra latina vexillum da nombre por tanto a un estandarte militar, especialmente en los cuerpos de caballería, en que la pieza cae en vertical desde un soporte horizontal. Ya en tiempos de Rómulo, los romanos llevaban un manípulo o lábaro, cuya evolución, a lo largo de los siglos fue en consonancia con la idiosincrasia de cada pueblo, raza, provincia y/o región. Así, los vexiloides, evolucionaron y se fabricaron de madera o metal. Más tarde fueron pintados con una función social de llamada al agrupamiento o reunión.
La utilización de la palabra ‘bandera’ como tal, comenzó a emplearse ya bien entrada la Edad Media. Como término hacía referencia a una agrupación de gente armada. Con posterioridad, este trozo de tela se convirtió en un signo de identificación para distinguirse de ‘otros’ por sus figuras y sus colores, pueblos, tribus y grupos.
Ante la falta de unidad propia de la Edad Media, la polaridad en las banderas se hizo significativa de esta época. Si hacemos una distinción por cada señor feudal y mesnada, observaremos que cada uno tuvo su insignia particular con sus colores y escudo. Es, a partir de ese momento, cuando encontramos las diferentes denominaciones atribuidas a dichos elementos de identificación. Estos artefactos recibieron el nombre de pendón, bandera real, estandarte, confalón, grímpola y palón.
El ‘guión’ era el distintivo de los reyes, quienes llevaban además, el estandarte y la bandera real. En la actualidad, el ‘guión’, se utiliza para denominar algunos de los pendones encontrados en varias de las iglesias de la provincia de Segovia, que con carácter religioso, anteceden en las romerías y fiestas patronales de algunos de los pueblos de la Comunidad de Villa y Tierra de Pedraza.
La bandera real, como tal, no se desplegaba, ya que tan solo se ondeaba a la vista del enemigo en casos de enfrentamiento y lucha. Eran los primogénitos de las familias nobles los que tenían derecho a usar las ‘banderas’, junto con el escudo correspondiente. El ‘pendón’ era la enseña de las órdenes militares así como de los ‘ricos homes’, llamados de pendón y caldera.
Para entender el contexto ‘espacio-tiempo’ en el que surgen este tipo de artefactos, había que retroceder a una antigua realidad ‘político-administrativa’ y a las de carácter ‘étnico y etimológico’ que pusieron nombre a los Concejos, su estructura y su función en las Comunidades de Villa y Tierra de Segovia. Fue su desarrollo lo que dio lugar a emblemas como los estandartes, pendones, escudos y banderas.
La creación, diseño y utilización de este material creó un diálogo entre los llamados señores de la guerra, resultado de la relaciones de poder que hubo entre el Señor, Vasallos y Reyes durante gran parte de la Alta y Baja Edad Media en la provincia y ciudad de Segovia. Así, las banderas, comenzaron a tener un mensaje simbólico con el carácter de ‘unión’, pero también comenzaron a separar territorios y personas.
Lo que en la actualidad conocemos como Vexilología (del latín vexilum, ‘enseña’), es la ciencia que se ocupa de la ordenación y del estudio de las banderas. En la actualidad, son las Corporaciones Locales las que tienen el derecho a tener su bandera o estandarte propio. Para su correcta confección debe seguirse el uso local, y por supuesto las reglas vexilológicas en cuanto a piezas, figuras, colores, forma, proporciones, así como seguir un protocolo que establezca en cada caso: días que se sacan, quiénes las portan, el lugar que ocupan, ceremonial usado y todas aquellas normas necesarias para dignificar lo que representan. Observando la renovación de algunas viejas tradiciones, aparece muy de cerca el cargo de Alféreces Mayores, que portan el pendón municipal en actos solemnes y públicos. Este cargo existía en la mayoría de las ciudades y villas importantes, con carácter hereditario en determinadas familias nobles del lugar.
La declaración de los Pendones Concejiles del Antiguo Reino de León: identidad y tradición, como bien de Interés Cultural de carácter inmaterial establece un precedente y por tanto constituye una declaración pionera. Como sucede en León, la provincia de Segovia, conserva en sus iglesias pendones que han pasado a tener un carácter social identitario en celebraciones religiosas, fiestas locales, patronales, en rituales festivos, congregando a casi la totalidad de una comunidad y constituyendo un foco de participación social. La expresión ‘portar el pendón’ es sinónimo de destreza pero sobre todo de orgullo en las personas que lo sustentan o llevan. Son los ‘mozos’ de estos municipios de la provincia de Segovia los que con su ‘fuerza’ son capaces de portarlos, siendo muy pocos ya los que continúan con esta tradición en fiestas y romerías, motivado principalmente por la falta de población joven y activa en dichos municipios. Lo que conocemos como ‘La España Vacía’ representa un hecho y una preocupación para seguir manteniendo estas costumbres centenarias. A lo largo del recorrido de la procesión, romería o peregrinación, los portadores de los pendones, los pendonistas y los portadores de los estandartes, muestran sus muchas habilidades a través de sus movimientos, realizando acrobacias, levantándolos, incluso haciéndoles ‘bailar’, como sucede en la localidad de Zamarramala durante la Romería de Septiembre y las Águedas.
La pervivencia de estas fiestas locales, romerías, rogativas, celebraciones religiosas, conlleva también la reunión de grupos sociales en torno a una santa, un santo, o una efeméride. Son los pueblos regidos por las Juntas Vecinales los que han heredado las tradiciones de los Concejos. Así, las Cofradías Religiosas también actúan en la materialización de esas celebraciones, manteniendo viva la tradición en torno al desfile de los pendones en las procesiones de Semana Santa y en la conocida como Misa de la Minerva de Sepúlveda que se celebra cada tercer domingo de mes durante todo el año. Se conserva viva la tradición de los pendones y estandartes en los lugares donde continúa existiendo una organización social, asociándose identidad y tradición.
Por tanto y, a pesar de lo que actualmente se podría pensar, el pendón concejil no es eclesiástico, aunque por herencia medieval fue conservado religiosamente. Su carácter, pues, es en origen civil, identitario de las comunidades. Con el transcurso de los siglos han pasado a integrarse en celebraciones religiosas, abriendo las procesiones, lo que hace que se asocien más a la ‘parroquia’ o ‘ermita’ que al ‘concejo’. La conocida expresión castellana o aforismo ‘Las campanas y el pendón del pueblo son’, evidencia que hubo un antiguo Concejo Vecinal, que como ya hemos identificado correspondería a las actuales Juntas Vecinales, las cuales, todavía, se sirven de los distintos ‘toques’ según el momento o la finalidad: clamor, concejo, facendera, arrebato…, para reunir a la comunidad.
Tras realizar muchas visitas a casi un total de veinticinco iglesias y ermitas en varios municipios de las Comunidades de Villa y Tierra de la provincia y Ciudad de Segovia, he detectado la existencia de uno o dos pendones en cada una de ellas. En el caso de los estandartes el número es mayor ya que dependen de las distintas advocaciones a las que esté consagrado el templo.
El estado de conservación en pendones y estandartes es nuevo o seminuevo, bien porque han sido restaurados o porque han renovado o cambiado las telas por otras nuevas. Las iglesias y sus cofrades, son los encargados de custodiar este material y conservarlo. Esta labor de cuidado es desarrollado por las mujeres y camareras de las iglesias en los distintos pueblos de la provincia. Ellas mantienen el cuidado de las imágenes, de las tallas, del mobiliario en el interior de las iglesias, de la limpieza y del estado de conservación de estandartes y pendones. Sabemos también que con el trascurso de los años, muchos de ellos cayeron en desuso o directamente desaparecieron. Otros, quedaron arrinconados en iglesias y parroquias, donde la humedad y los agentes patógenos hicieron el resto. Su estado de conservación, al no ser el adecuado, fue la consecuencia directa para que muchos desaparecieran. En la actualidad, la recuperación de esas telas en estandartes, se lleva a cabo por medio de trabajos de restauración, desarrollado por artesanas locales que continúan trabajando manualmente los bordados centenarios, una tradición y oficio que, por otro lado, comienza a dar síntomas de desaparición al no existir un relevo generacional.